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Nuestro cerebro es capaz de todo, desde razonar y hablar hasta soñar o respirar. Sin embargo, solo nos acordamos de cuidarlo cuando empieza a fallar. ¿Cómo lo podemos mantener en forma para rendir al máximo en cada etapa de la vida?

El cerebro es, sin lugar a dudas, el órgano más complejo de nuestro cuerpo. Gracias a él llevamos a cabo diariamente funciones de lo más variado: razonar, pensar, aprender, recordar, hablar, pero también otras como respirar, hacer la digestión de los alimentos, soñar, emocionarnos, etc.

El trabajo en una etapa de la vida, los estudios en otras (colegio, universidad, oposiciones), o el paso de los años que va mermando nuestras facultades mentales… son situaciones en las que nuestro cerebro debe estar al cien por cien para afrontar las diferentes tareas con resultados óptimos.

En general, solo solemos acordarnos de lo importante que es cuidar nuestro cerebro cuando empiezan a aparecer las primeras señales que nos avisan de que algo va fallando: se nos empiezan a olvidar las cosas, nos cuesta mantener la atención, entender o utilizar el lenguaje, realizar cálculos, organizar cosas, etc.

Sin embargo, los especialistas y las investigaciones nos dicen que deberíamos cuidar nuestro cerebro durante todas las etapas de la vida. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para prestarle atención a nuestro cerebro, igual que hacemos con otros órganos de nuestro cuerpo. Incorporar en nuestra vida ciertos hábitos saludables, a la vez que eliminamos los que nos perjudican, contribuirá a que nuestro cerebro se mantenga en forma a lo largo de los años.

Alimentación

Todos sabemos que una dieta variada y equilibrada es fundamental para disfrutar de una buena salud. Si nos centramos en el cerebro, vendrá bien incluir alimentos y nutrientes que aporten energía a las neuronas, pero también que ayuden a mantener su estructura para éstas funcionen bien o que las protejan del envejecimiento prematuro relacionado con el daño oxidativo. Esto puede contribuir a mejorar no solo nuestras habilidades cognitivas (concentración, pensamiento, memoria, etc.), sino también nuestro estado de ánimo o sueño.

¿Qué nutrientes necesita tu cerebro?

  • Glucosa: es una fuente de energía indispensable para el cerebro. La podemos obtener de los alimentos ricos en hidratos de carbono, consumiendo preferentemente hidratos de carbono complejos que liberan la glucosa paulatinamente (pan, arroz y otros cereales, pasta, mucho mejor si son integrales; patatas y legumbres). Con menor frecuencia, los hidratos de carbono simples.
  • Vitaminas: C, grupo B.
  • Minerales: fósforo, yodo, calcio, cobre, magnesio, hierro, zinc.
  • Proteínas: son necesarias para la producción de neurotransmisores. Se encuentran en las carnes, pescados, huevos, o proteínas de origen vegetal (tofu, seitán, legumbres combinadas con cereales).
  • Ácidos grasos esenciales linoleico (ω3) y linolénico (ω6): son fundamentales para mantener la integridad de las neuronas. Los pescados azules, las nueces o las semillas de chía y de lino son algunas de las principales fuentes de estos nutrientes.
  • Colina: un nutriente fundamental para el desarrollo del cerebro, la memoria y la transmisión del impulso nervioso. Se encuentra en los huevos, las espinacas, hígado, coliflor y coles de Bruselas.
  • Antioxidantes: ayudan a enlentecer el envejecimiento de las neuronas. Están presentes en frutos y bayas rojos (arándanos, fresas, frambuesas, grosellas, uvas), manzana, té verde, etc.

La dieta mediterránea, que garantiza un aporte elevado de vegetales, frutas, frutos secos, legumbres, cereales, pescado y aceite de oliva, y moderado de carne y productos lácteos, proporciona todos esos nutrientes saludables para el cerebro.

Además de lo que comemos, es importante atender al cómo comemos: 

  • Distribuir la alimentación en 4 o 5 comidas al día para que las neuronas tengan su aporte de glucosa regularmente.
  • Desayunar bien: ya que han pasado muchas horas de ayuno, y el cerebro se enfrenta a todo un día por delante.
  • La infancia es una etapa muy importante para enseñar a los niños a adquirir buenos hábitos que contribuirán a proteger su cerebro durante el resto de sus vidas.

Hábitos para mantener el cerebro sano

Dormir las horas necesarias

El sueño, tanto en cantidad como de calidad, es imprescindible para una reparación cerebral diaria. Dormir poco afecta a la memoria, a la atención y a la concentración por lo que puede repercutir negativamente en el rendimiento escolar y académico o en el trabajo.

Los niños necesitan dormir más horas que los adultos, ya que el sueño les ayuda a desarrollar y ajustar sus conexiones neuronales. Crear una rutina (el baño, masajes, leerles algo…) para que la asocien con la hora de acostarse puede ayudarles a conciliar el sueño.

La adolescencia es otra etapa en la que hay que prestar especial atención al descanso nocturno. Los adolescentes necesitan unas 9 horas de sueño, pero según los resultados de algunos estudios, sólo el 15 % de la población consultada refería dormir 8 horas y media los días laborables. Por otra parte, los patrones de sueño en estas edades son más irregulares (tardan en dormirse por la noche, los fines de semana suelen acostarse y levantarse tarde), y cuando se van a dormir suele ser el momento de conectarse a las redes sociales, etc. Todos estos factores pueden alterar el sueño y repercutir negativamente tanto en el rendimiento intelectual como en el aspecto emocional o en su comportamiento.

Reducir el estrés

Especialmente en la edad adulta, ya que se trata de una etapa de desarrollo profesional en la que solemos enfrentarnos a mucho estrés, y si éste se cronifica puede afectar al cerebro aumentando el riesgo de demencia, entre otros trastornos. Algunas técnicas o disciplinas como la meditación, el mindfulness, el yoga, etc. pueden ayudar a manejar mejor el estrés.

Mantenerse activo

La actividad física mejora nuestra salud mental. Hacer ejercicio de forma regular y adaptado a la edad y posibilidades de cada uno ayuda a mantener la conectividad entre las diferentes áreas del cerebro. Podemos practicar un deporte o realizar uno o dos paseos diarios de al menos 30 minutos al aire libre, lo que nos ayudará a mantener los niveles adecuados de vitamina D. 

Estimulación intelectual

La estimulación intelectual mediante la práctica de actividades nuevas (aprender un idioma o a tocar un instrumento musical), es una de las mejores formas de ejercitar el cerebro, ya que hacen trabajar conexiones cerebrales que habitualmente no utilizamos y protegen contra el deterioro cognitivo. 

Se puede dedicar un rato cada día para un “entrenamiento mental intenso”. Podemos beneficiarnos de los variadísimos programas, juegos y aplicaciones para el móvil, la tablet (para la memoria, la atención, acertijos, puzles, etc.) que ayudan a mantener activas las neuronas, lo que es especialmente importante a medida que envejecemos.

Potenciar las relaciones sociales

Se sabe que las relaciones familiares y sociales positivas contribuyen a generar neurotransmisores, a disminuir la ansiedad, el riesgo de depresión y demencia, además de ayudar a mejorar las habilidades cognitivas.

Evitar el consumo de tóxicos

Alcohol, tabaco y otras drogas son enemigos para la salud del cerebro. Especial relevancia tiene la edad, cada vez más temprana, a la que se empiezan a consumir dichos tóxicos, cuyos efectos afectan a zonas relacionadas con la memoria y el aprendizaje.

La hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad repercuten negativamente en la salud del cerebro e incrementan el riesgo de sufrir demencia en edades avanzadas, por lo que es importante seguir el tratamiento y las recomendaciones médicas. Se ha observado que evitar el sobrepeso en la adolescencia contribuye a evitar el deterioro cognitivo en las edades avanzadas.

Fosfatidilserina y taurina: dos aliados del cerebro

La fosfatidilserina es un fosfolípido obtenido a partir de la lecitina de soja que se encuentra en elevadas concentraciones en el cerebro. Es esencial para su correcto funcionamiento por formar parte de las membranas celulares de las neuronas.

  • Es un activador natural de las funciones mentales.
  • Facilita la comunicación intercelular (transmisión del impulso nervioso).
  • Regula la salida y entrada de sustancias en las neuronas.
  • Aumenta el número de receptores para neurotransmisores

La taurina es un compuesto derivado del aminoácido cisteína que nuestro organismo produce de manera natural y también se encuentra presente en determinados alimentos, principalmente de origen animal. En el cerebro actúa estabilizando la membrana de las células nerviosas y la actividad neuronal. Contribuye a mantener la atención, así como el rendimiento intelectual y físico.


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