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La palabra dieta significa régimen de vida. Es decir, cuando hablamos de dietas con nombres y apellidos no solo nos referimos al conjunto de alimentos que se toman con un fin beneficioso para la salud o para regular el peso, sino que entendemos todos aquellos hábitos de vida que llevamos a la práctica con un fin determinado.

En los últimos tiempos, debido a la elevada conciencia sobre el impacto medioambiental que tiene la alimentación, se han popularizado las dietas vegetarianas y flexitarianas y otros movimientos como el “lunes sin carne”. Además, ha aumentado el consumo de productos ecológicos. 

Parece evidente que ser responsable en el consumo en general y de alimentos en particular, es sano para el planeta y, por ende, es beneficioso para nosotros.

Si eres de esas personas que te preocupas por la salud, también debe preocuparte la salud del medio ambiente, y para ello queremos ofrecerte unos consejos de cómo llevar una dieta sostenible que, además, sea saludable.

QUÉ CRITERIOS SEGUIR PARA LLEVAR UNA DIETA SOSTENIBLE
  • Reducir el consumo de carne. En general, la producción de alimentos de origen animal requiere un consumo de recursos y energía mayor que los de origen vegetal. También la cría de estos animales, especialmente de ganado vacuno, emite más gases de efecto invernadero que otros animales más pequeños. No se trata de eliminarlos de tu dieta habitual, pero sí de reducir su frecuencia de consumo. 
  • Reducir el desperdicio de alimentos. Más de 1.000 millones de toneladas de alimentos en el mundo se desperdician al año sin ni siquiera utilizar. Es decir, más del 17% de la producción mundial de alimentos se desperdicia, y muchos de ellos, más del 30%, se tira directamente en los hogares. Es por ello que realizar una compra responsable, preparar tus propios alimentos y tener una conciencia para una mejor conservación, son pequeños gestos, que sumados pueden tener un gran impacto. 
  • Ser selectivo con el cocinado. El cocinado de alimentos en casa puede suponer un ahorro importante de energía y recursos como el agua. Elegir alimentos frescos, como vegetales y frutas, que se comen crudos, supone una reducción del consumo de energía. Técnicas como el “batch cooking” que consisten en cocinar una vez a la semana para obtener recetas básicas y versátiles para diseñar el menú semanal, reducen a la vez el desperdicio de alimentos y no sólo ahorran energía sino también tiempo. 
  • Consumir alimentos de temporada y de cercanía. Hablar de estacionalidad y cercanía es casi lo mismo. Los productos que nos dan las regiones cercanas están a nuestra disposición en función de cada estación del año. También, cuando hablamos de cercanía hacemos referencia a los pequeños comercios de nuestros barrios o pueblos a los que podemos ir a hacer la compra caminando o en bicicleta. Hacer pequeñas compras nos permite gestionar mejor el gasto y el consumo, aunque pensemos que si vamos a las grandes superficies ahorramos en desplazamientos porque hacemos compras más grandes. 
  • Apostar por productos ecológicos. Está demostrado que la agricultura ecológica, siempre que cumpla con los criterios de cercanía, es, además, una buena forma de luchar contra el cambio climático. Estos cultivos son más respetuosos con el uso del suelo y conllevan prácticas más eficientes que consiguen un ahorro de agua y energía. Además, contribuyen a un equilibrio de la biodiversidad al no utilizar ni fertilizantes ni plaguicidas sintéticos. 
  • Comer menos. En definitiva, ser más responsable en el consumo de alimentos, también nos hace elegir productos de mayor valor nutricional y, sobre todo, no realizar ingestas superficiales. La inercia del consumo, nos empuja a un ocio muy ligado a la comida y la bebida. Hemos pasado de comer con hambre y por necesidad, a comer por placer y como acto social. No es necesario renunciar a lo segundo, pero vivimos rodeados de un ambiente obesogénico donde el consumo de calorías es excesivo e innecesario. 
¿POR QUÉ LLEVAR UNA DIETA SOSTENIBLE ES MÁS SANO?

Hemos descrito algunos de los criterios a seguir para llevar una dieta más sostenible y, si nos fijamos, todos conllevan hábitos de vida que van a contribuir también al cuidado de nuestra salud:

  • Reducir el consumo de preparados cárnicos y comida rápida reduce los problemas asociados a colesterol y triglicéridos elevados. Evitar un exceso de estos productos también nos ayuda a mantener un peso saludable. 
  • Intentar reducir el desperdicio de alimentos en el hogar implica planificar el menú, llevar una alimentación variada y conservar mejor los alimentos, sobre todo una vez cocinados y manipulados. Esto nos ayuda a evitar intoxicaciones u otros problemas derivados de una mala higiene alimentaria. 
  • Aumentar el consumo de alimentos frescos con preparaciones sencillas o crudas, mejora la biodiversidad de nuestra microbiota, supone un gran aporte de fibra y vitaminas, que con el cocinado se degradan, y reduce las calorías aportadas en recetas que requieren elaboraciones más complicadas. 
  • Elegir alimentos de temporada nos permite llevar una alimentación variada, disfrutar de mejores sabores y, además, ir a la compra caminando es una buena forma de hacer ejercicio además de ahorrar combustible.
  • Comer menos calorías, sin lugar a dudas, es una de las formas más fáciles de combatir el consumo irresponsable y conservar la salud. La responsabilidad individual no debe ser la base de la lucha contra el cambio climático, pero “muchos pocos hacen un mucho”.
  • Por último, a la larga, proteger los recursos naturales, potenciar la resiliencia de los ecosistemas, aportar un valor añadido a los productos de alimentación y evitar el uso desproporcionado de aditivos y antibióticos, puede contribuir a que las generaciones futuras sigan teniendo acceso a una nutrición saludable. 
Etiquetas #nutrición #MedioAmbiente