El ajo es un ingrediente enormemente popular en la cocina por su sabor y su olor. Pero además de por su riqueza culinaria, el ajo destaca por sus propiedades medicinales. Originario, al parecer, del continente asiático su cultivo se extendió por todo el mundo gracias a la capacidad de la planta para adaptarse a condiciones climáticas muy distintas y a sus destacadas propiedades terapéuticas. Sus beneficios eran de sobra conocidos por las civilizaciones antiguas: los egipcios lo consideraban un potente energizante y lo daban como alimento a los constructores de las pirámides; los griegos se lo daban a sus corredores de maratón; en la Edad Media se utilizaba como antiséptico y, durante la primera guerra mundial, se usó para desinfectar heridas.
El secreto de su éxito
En crudo, el ajo contiene aliína. Si lo machacamos o lo cortamos, esta sustancia se transforma en alicina, que es el compuesto responsable de la mayoría de sus efectos beneficiosos. La alicina es un compuesto muy inestable y prácticamente desaparece si cocinamos el ajo o incluso si lo deshidratamos. Nada más masticar el ajo en crudo, la alicina y otros componentes, se metabolizan rápidamente y se distribuyen por el organismo con importantes efectos biológicos.
¿Cuáles son sus beneficios?
¿Cómo aprovecharse de todas sus propiedades?
El ajo está, por tanto, cargado de beneficios saludables. Puedes incorporarlo a tu dieta diaria con facilidad, sin embargo, las investigaciones demuestran que aunque consumas una gran cantidad de ajo fresco no está garantizado que tu cuerpo vaya a asimilar toda la alicina. Los ácidos del estómago disminuyen la concentración de alicina durante el proceso de digestión. Por eso, una buena opción es consumir ajo en forma de comprimidos y que estos lleven un recubrimiento entérico, es decir, que sean comprimidos con una cubierta que les haga resistentes a los ácidos del estómago de modo que no liberen el compuesto hasta llegar al intestino delgado dónde se producirá la máxima absorción de la alicina. Con el consumo de comprimido evitarás además algunos otros inconvenientes. Entre ellos, el consabido olor que provoca mal aliento y la molesta sensación del ajo cuando repite.
¿Y el ajo negro?
El ajo negro es un producto que cada vez es más frecuente encontrar en las tiendas. Al contrario de lo que muchos piensan, no se trata de un ajo fermentado sino que es un ajo blanco que ha sido sometido a temperatura y humedad constantes durante un largo periodo de tiempo con el objetivo de eliminar la alicina y, de este modo, mejorando su sabor tornándolo más suave y dulce. Al carecer de alicina o contenerla en una cantidad muy reducida, el ajo negro pierde muchas de las propiedades terapéuticas que se le atribuyen a esta sustancia. Además, diferentes estudios han constatado que durante el proceso térmico al que es sometido el ajo negro pueden producirse algunas moléculas perjudiciales para la salud.